Cada día, la danza se acerca más a nuestras vidas cotidianas. Bailar es mucho más que una expresión estética. No solo bailamos para disfrutar y gozar, la vemos casi a diario en plazas, con grupos bailando frente a una superficie espejada o en parques con personas danzando en distintos ritmos y estilos, que se traduce en una oportunidad de disfrute y de encuentro.
También la vemos en videos musicales, en TikTok o Instagram, en series y películas, y se nos aparece la danza, ya sea como una rareza o una forma de arte. Así, es posible comenzar a identificar y conversar acerca de las danzas que nos rodean, que con toda su diversidad nos entregan un paisaje complejo de la vida y el contexto social en el que vivimos.
En un sentido más estricto, hablar de danza contemporánea ha sido siempre hablar de obras, que se presentan en teatros u otros espacios, pero hablar de danzas es también hablar de cuerpos, cuerpos sensibles, cuerpos en movimiento y, por sobre todo, cuerpos atentos al contexto sociopolítico actual, a sus entornos y espacios para existir.
Pareciera ser que la danza da cuenta de muchas sensaciones que encontramos en la vida diaria: el goce del simple movimiento, las prácticas de bienestar del cuerpo, la posibilidad de encontrarse con obras que reflexionan sobre la realidad actual, o bien, la apariencia de un cuerpo que nos lanza un algoritmo en nuestros dispositivos.
La danza, como disciplina artística, permite un ejercicio hermoso: dejar ingresar a todas aquellas prácticas que buscan poner al cuerpo al centro, a nuestros cuerpos en movimiento, o los de otras y otros. Es así como la danza es un arte en constante cambio, que propone, no solo belleza, sino también multiplicidad de lenguajes y miradas profundas sobre el mundo, la memoria, la identidad y también la libertad.
Con un sentido de libertad único, la danza nos permite acercarnos a nuestros mundos, a las diversas generaciones y sus estilos. No, no es necesario que nos guste toda la danza, pero ¿no sería más divertida la vida bailando?
Ahora bien, al momento de elegir ver una obra de danza, se requiere tiempo, tener una disposición a la observación y la experiencia. En ese sentido no difiere mucho de ir al cine o a ver una obra de teatro, aunque muchas veces va en contra de la inmediatez que nos imponen las redes sociales y la vida misma.
Ver una obra de danza, es presenciar un acto único, que se desvanece en el mismo momento que ocurre y nunca será idéntico. Esa es una de las magias de la danza, desaparecer y reaparecer en otro tiempo y contexto.
Asistir a una obra de danza, es una invitación a acercarnos a las grandes transformaciones históricas, desde el ballet, las danzas modernas, la danza contemporánea y la performance. Todas aquellas posibilidades, y sin embargo podemos también acercarnos a desde una variedad de talleres, en las fiestas, en los parques, en las clases de danzas urbanas, contemporáneas, de salsa, tango, afro, y un sinnúmero de estilos. Y a ti, ¿qué te gusta bailar?