En mayo, Chile volvió a liderar un ranking nada envidiable: por sexto año consecutivo, somos el primer país de Latinoamérica en entrar en sobregiro ecológico. Esto significa que los niveles de consumo y de generación de desechos en nuestro país superan la capacidad que tiene el planeta para regenerarlos, por lo que ya empezamos a consumir los recursos que deberían estar disponibles para las próximas generaciones.
Es preocupante que, pese a los esfuerzos y políticas para avanzar hacia la sostenibilidad, nuestro país siga marcando este récord. La realidad es clara: lo que estamos haciendo no basta. Necesitamos cambios mucho más profundos en nuestra forma de vivir, producir y consumir.
En este escenario, las universidades juegan un papel clave. Aquí se forman quienes liderarán los cambios que Chile necesita. La Universidad de Santiago ha puesto la sostenibilidad como un pilar estratégico, comprometiéndose a reducir su impacto ambiental e incorporar en el currículum la reflexión sobre el efecto de nuestras acciones en el planeta.
La Facultad de Química y Biología, junto al Departamento de Ingeniería Industrial, está evaluando el impacto ambiental de los laboratorios de docencia para identificar y reducir las fuentes de mayor contaminación, consumo energético y de agua. Además, se están revisando las prácticas de laboratorio bajo los 12 principios de la Química Verde, buscando minimizar desechos y utilizar compuestos menos dañinos.
La gestión y reducción de residuos también ha sido optimizada. Lo más valioso es que estos proyectos son liderados por estudiantes, quienes se convierten en protagonistas de las soluciones.
La colaboración entre facultades ha permitido un análisis más completo del impacto ambiental y de las posibles respuestas. Por eso, estoy convencida de que, si todas las facultades y unidades de la universidad trabajamos juntas, involucrando y motivando al estudiantado y funcionariado, podríamos lograr un cambio real y ser ejemplo de trabajo colectivo. Así, nuestros egresados podrán llevar esta visión de sostenibilidad a sus futuros espacios laborales y personales, demostrando que los grandes cambios se logran en comunidad.
Hoy, el sobregiro ecológico no es solo una cifra: es una llamada de atención para que transformemos nuestra relación con el planeta, y la universidad es el mejor lugar para empezar.