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Para el investigador y académico de la Facultad de Comunicaciones UC, Sebastián Valenzuela, “la producción de desinformación y su consumo ha ido aumentando en Chile, y ahí particularmente tiene que ver con el uso de las redes sociales, pero también por contextos de incertidumbre de todo tipo; el estallido social, la pandemia, y ahora también el momento constitucional, hacen que aumenten los incentivos por desinformar, pero también la gente está más proclive a escuchar medios y fuentes alternativas”.

“Donde hemos visto que se cuela, donde aumenta la posibilidad de creerse la desinformación, es cuando ese contenido es consistente con las ideas que tengo. Lo segundo, son los canales por donde uno recibe este contenido”, en los que el experto alude a plataformas como Whatsapp, donde nos relacionamos con gente de confianza. Aunque en este último punto estima que la gente ha aprendido a distinguir de a poco lo que es verificable.

Para Valenzuela, “en general, la desinformación si uno lo compara con la información verificada, tiende a tener un componente afectivo o emocional mucho más alto. La desinformación una de las razones por la que se viraliza no es tanto porque en sí misma la gente quiera creerlo, sino porque tiende a generar una reacción visceral”.

“Podemos discutir en Chile si la polarización es mayor de lo que era antes. Si afecta solamente a la elite o si afecta a todos. Pero es un hecho que tenemos un problema de crispación y polarización, lo mismo ocurre con la desinformación. Podemos discutir si hay más o hay menos, si es brutal o no es brutal. Pero el punto está en que lo tenemos, y eso se demuestra simplemente viendo la cantidad de ejercicios de fact checking que hay afuera”, concluyó.

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