Conocido popularmente como el “Rey de los Letreros”, Zenén Vargas Pastén (68) es parte del patrimonio humano de nuestra capital. Según su propio testimonio, no hay día en que no esté en su taller, ubicando en la comuna de San Joaquín, dibujando y creando obras, las que después exhibe en su puesto del Galpón 1 de la calle Víctor Manuel, en pleno Barrio Franklin.
Por años, sus coloridas pinturas fueron el sello que identificaba las rutas del transporte público de la Región Metropolitana hasta la llegada del Transantiago en 2007. La implementación del nuevo plan no extinguió su actividad, al contrario, su original tipografía es usada en la decoración de tiendas y restaurantes como El Liguria o El Galindo. También sus decenas de clientes le piden inmortalizar su nombres o frases para el recuerdo, siempre con su estilo a mano alzada y sin bosquejo.
El arte de la pintura lo heredó de su padre y fue a los ocho años cuando tomó un pincel por primera vez y no lo soltó nunca más. Con esta pasión inmortalizó miles de letreros en las calles y en las casas de miles de chilenos y chilenas. Además, pudo sacar adelante económicamente a su familia.
“La clave es no perder el cariño por el trabajo que haces. Imagínate, ya cuántos años llevo pintando y aún me pongo ansioso cuando termino un letrero o cuando tomo el pincel otra vez”, comenta el artista, quien en 2024 recibió de la municipalidad de San Joaquín una placa que lo nombra “patrimonio vivo” de la comuna y destaca sus más de cincuenta años como pintor a mano alzada.
TALLERES PARA PERSEVERAR SU ARTE
“Creo que les gustó la perseverancia con la que he trabajado. Es difícil decir ‘soy parte del patrimonio’, pues yo no me considero así. Soy una persona trabajadora, que hago letreros, y aunque a veces no pueda tener pega, seguiré inventando cosas, creando”, comenta Zenén.
Esas mismas ganas de crear y llevar su arte a todo Chile, influyeron para que el artista decidiera hacer talleres a niños, niñas y jóvenes de distintas comunas para enseñarles a pintar a manos alzada. Tarea compleja en un mundo cada vez más dominado por la inteligencia artificial y donde crear un afiche puede tardar menos de cinco minutos.
“He hecho talleres a niños de siete y ocho años, pero también a personas adultas y de universidades, y me han recibido súper bien. La intención es que hagan trabajar su cerebro, su cabeza, sus ideas, y no estén tanto con la tecnología. Que agarren un pincel, se pongan a hacer letras así, a mano alzada. He notado que les gusta la idea de pintar y yo les explico cómo deben ser las cosas. Se las trato de hacer fácil, porque como maestro soy muy paciente, pero estricto”, sentenció.
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