Construido en 1913, por el arquitecto Gustavo Mönckeberg, el Palacio Larraín se transformó en un ícono del estilo neorrococó en el corazón de Santiago. Esta majestuosa residencia de tres pisos, con 88 habitaciones y 14 baños, pronto fue conocida como el "Titanic del barrio Brasil" debido a su imponente tamaño y lujo incomparable.
A lo largo de las décadas, el Palacio ha sido testigo de diversas transformaciones, desde una elegante mansión familiar hasta bodegas y talleres donde se desarrollan distintas actividades artísticas. En los últimos años, se ha revitalizado como un espacio cultural que preserva su legado arquitectónico e histórico, abriendo sus puertas para nuevas experiencias y eventos. Sin embargo, esta experiencia estaría pronta a llegar a su fin.
Así al menos lo confirmaron desde la administración del recinto cultural, donde aseguraron que, por decisión de los dueños, el ala artística dejará de existir para darle paso a una nueva faceta: arriendo de habitaciones.
José Antonio Ilianovich, creador del proyecto cultural del Palacio Larraín Mancheño, anunció el cierre del lugar e informó que pasará a funcionar como conventillo de arriendo de habitaciones. “Cerrará sus puertas prontamente en este lugar. Por razones de fuerza mayor, las cuales no comparto ni acepto. Esta iniciativa no le hace daño a nadie. Al contrario, es un aporte a la sociedad y a la identidad de la ciudad. Pero lamentablemente no tengo otra alternativa”, comentó Ilianovich a través de un comunicado.
El gestor del Palacio publicó un video donde explicó más sobre la decisión y le pidió ayuda a la ministra de Cultura, Carolina Arredondo, la subsecretaria de Cultura Carolina Pérez Dattari y al alcalde de la comuna Mario Desbordes, para que intervengan en la situación y eviten el cierre del proyecto patrimonial.
“Ustedes, que son las autoridades de turno en este momento, son los mandatados para poder poner freno o ver esta situación que realmente se desborda”, emplazó.
Pese a lo anterior, el creador del proyecto afirmó: “No es culpa ni del gobierno de turno, ni de la actual administración, sino que ellos tienen hoy día la facultad de poder poner una solución a esto”. En esa misma línea, hizo un llamado a trabajar en conjunto con los diputados del Distrito 10. “La ley de patrimonio no puede seguir durmiendo en el Congreso", cuestionó.
UNA JOYA DEL CENTRO
Pese a la mala noticia, en los últimos días el Palacio Larraín ha recibido el reconocimiento que merece su gran historia. Para las jornadas del Día del Patrimonio, recibió a cientos de personas que pasearon por sus tres pisos y recorrieron cada rincón de su estructura, que a ratos hace recordar la escenografía de la serie “Bridgerton”.
Además, para este fin de semana, se espera que decenas de personas lleguen al recinto a expresar su apoyo al proyecto en una jornada que se denominó “Abracemos el Palacio Larraín”.
“Es uno de los últimos grandes edificios señoriales que se van a construir en el casco antiguo de Santiago, justo antes del fin del boom salitrero que vivió nuestro país desde 1880 en adelante. Es una joya arquitectónica, es un edificio que además tiene ciertas características bien notables, no solamente su altura, sino el domo también que lo remata. Es quizá uno de los edificios patrimoniales más bonitos que va quedando en Santiago”, comentó el historiador Cristóbal García-Huidobro, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Chile.
El experto asegura que el Palacio Larraín es uno de los últimos pilares arquitectónicos de una manera de construir ciudad que se desarrolló a fines del siglo XIX en la región Metropolitana con el boom del salitre, y que el centro cultural, que por ahora aún funciona en el lugar, hizo un trabajo de rescate y puesta en valor que debería ser reconocido.
“Tiene elementos de rescate patrimonial, de puesta en valor de un Chile y un Santiago que se fue. Se convirtió en un espacio cultural bien interesante para los recreacionistas, por ejemplo, de la Guerra del Pacífico", comentó el académico.
Cristóbal García-Huidobro agregó que "además habían talleres de restauración, policromía, talleres de cerámica, entonces era un centro cultural bien potente, que buscaba rescatar no solamente una forma de vida del mundo aristocrático y palaciego de principios del siglo XX, sino también proteger un edificio que, si bien no estaba en un estado ruinoso desde el punto de vista patrimonial, estaba siendo, en el fondo destruido, porque no hay otra manera de decirlo, por sus dueños arrendando las piezas del palacio como pequeños departamentos individuales”, comentó el académico.
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