Daniela, psicóloga, y Gustavo, ingeniero, tienen muchas cosas en común. A ambos les gusta realizar trekking, viajar y estar con sus seres queridos. Pero hay algo en lo que son diametralmente opuestos: la política.
Mientras ella votó por Jeannette Jara en primera vuelta, algo que repetirá este 14 de diciembre, él optó por Matthei el 16 de noviembre, siendo su candidato en esta segunda vuelta José Antonio Kast.
Esta situación es más común de lo que se piensa, sobre todo ante la polarización política que existe en Chile y que queda de manifiesto incluso dentro de las relaciones de pareja. Pese a votar por candidatos opuestos.
“No estaría con alguien que es acérrimo fanático de Kast, sé que vota porque lo ve como la opción menos mala, pero no porque siga sus mismos ideales”, complementó Daniela.
Justamente, ese respeto y comunicación han evitado conflictos. Su experiencia permite entender cómo se vive el proceso electoral desde lo cotidiano. El sociólogo Dante Castillo explicó a Diario Usach que este fenómeno se ha vuelto más común en generaciones recientes, donde la afinidad política ya no es un requisito para formar un vínculo afectivo.
“En la actualidad, la interacción de aspectos personales e individuales ha disminuido la influencia de la opción política en la consolidación de una relación de pareja”, señaló.
Estas diferencias, según abordó un artículo de Psychology Today, pueden ser un campo de tensión emocional donde entran en juego identidades, valores y experiencias previas. Sobre este tema, Castillo señaló que la identidad política está influida por la familia de origen, pero de manera “más suave y desapegada de la militancia de antaño”. Lo que prima, añadió, es que hoy la atracción, la compatibilidad emocional o la vida en común tienen más peso que la coincidencia ideológica.

POLÍTICA, LÍMITES Y DECEPCIÓN
En redes sociales se multiplican videos de “parejas de izquierda y derecha”, tendencia que abrió la pregunta sobre cómo se vive la diferencia ideológica al interior de una relación afectiva. Si bien no es un fenómeno nuevo, sí se ha visibilizado más a medida que aumentan las tensiones públicas y las elecciones se vuelven más inciertas.
No obstante, Castillo advirtió que lo político no siempre es el verdadero conflicto. “Las diferencias en las opciones políticas pueden esconder dinámicas de poder que artificialmente se expresan como diferencias políticas”, explicó, señalando que en algunos casos la postura electoral funciona como una forma de marcar autonomía dentro de la relación.
Para muchos, la afiliación política se ha convertido en un marcador de identidad, lo que significa que estos desacuerdos se sienten personales y no negociables. Cuando la política se mezcla con valores morales, agregó Castillo, el desacuerdo puede volverse más doloroso.
“Las diferencias políticas pueden sentirse como un ataque o una traición a nivel personal, transformando el desacuerdo en una crisis de valores e identidad”, comentó. Esta tensión puede generar decepción, distanciamiento o resentimiento si no se aborda con cuidado.
Sin embargo, quienes mantienen relaciones cruzadas por preferencias opuestas coinciden en que el desacuerdo no necesariamente implica conflicto constante. Algunas parejas han aprendido a poner límites, evitar “la discusión eterna” y separar la vida afectiva del ruido político. Otras optan por conversar desde el respeto, intentando comprender la experiencia de vida del otro, aunque no la compartan.

CONVERSAR SIN CONVENCER
Normalmente, en las relaciones de pareja se busca estabilidad, afecto y proyección conjunta. Con el paso del tiempo, surgen preguntas sobre los valores, prioridades y expectativas de futuro. En un país donde el debate electoral se repite en hogares, universidades y redes sociales, estas conversaciones se cuelan también en la intimidad.
Belén, estudiante de periodismo, y Joaquín, ingeniero comercial, llevan una relación donde cada uno respalda a candidatos distintos. Para ella, la prioridad está en “fortalecer políticas sociales como salud, educación y protección social”. Él, en cambio, se siente más representado por propuestas de derecha en materia económica y de seguridad.
Aun así, ambos coinciden en que su convivencia no se ha visto afectada. “Conversamos cuando surge el tema, pero sin ánimo de discutir ni de ganar la conversación. Tratamos de entender de dónde viene la postura del otro, sin juzgar”, señaló Belén. Joaquín agregó: “El voto es personal. Podemos pensar distinto sin que eso sea un problema”.
Casos similares relatan Tamara, enfermera, y Byron, técnico en enfermería. Ella vota por opciones de izquierda porque —dice— priorizan la realidad de sectores medios y bajos; él opta por la derecha debido a propuestas de mayor control migratorio y seguridad. Aunque su primera conversación sobre política fue tensa, han aprendido a manejarla. “Cada uno tiene su opinión. Conversamos desde el respeto y no intentamos convencernos”, comentó Tamara.
Al abordar las relaciones de pareja y su visión política, Castillo señaló que cuando el desacuerdo se vuelve identidad moral, las discusiones pueden convertirse rápidamente en ataques personales. “A menudo, la pareja se ataca en términos personales, clasificándose de egoístas o insensibles. Las diferencias políticas se transforman en una batalla por la superioridad moral”, afirmó. Esto, dice, puede generar silencios estratégicos, ocultamiento de opiniones o incluso una retirada emocional que deteriora la comunicación cotidiana.

¿CÓMO MANEJAR EL DESACUERDO POLÍTICO SIN DAÑAR LA RELACIÓN?
El académico sostuvo que el objetivo no debe ser convencer al otro, sino proteger la intimidad del vínculo. Lo primero, recalcó, es establecer límites básicos: “La pareja debe comprometerse a prohibir la burla o el insulto. Cuestionar una postura política no debe confundirse con un ataque a la relación”.
Castillo recomendó diversas estrategias para no dañar la relación:
● Separar la política del valor moral: ambos pueden valorar la seguridad, pero tener ideas distintas sobre cómo alcanzarla.
●Definir momentos libres de política: una forma de contención sana, especialmente en fechas familiares.
● Acordar una palabra de pausa: un código que detenga la discusión antes de que escale.
● Practicar escucha activa: validar la emoción del otro incluso cuando no se comparte la idea.
● Refuerzo del proyecto común: “Es importante que la política sea solo una esfera más de la relación, y no el centro que define todos los aspectos”, enfatizó Castillo.
Por último, el académico Usach indicó que el desafío es “aceptar la diferencia con respeto y evitar que la opción política afecte la intimidad de la pareja”.
Te puede interesar
Ministerio de Energía confirma nuevas "inconsistencias" en datos de transmisoras
Jueves 4 de diciembre de 2025
Premios Nobel y comunidad científica envían carta a Presidente Boric para...
Jueves 4 de diciembre de 2025
Presidente Boric en encuentro empresarial de la Sofofa: "Chile no se cae a...
Jueves 4 de diciembre de 2025
