“La escritura es una obsesión, una porfía y un virus”, señalaba Ana María del Río en 1993. ¿Cuánto de eso se mantiene en 2025? “Se han agregado cosas a esa triada”, apunta.
Desde su debut en los 80 con Entre Paréntesis, pasando por el Fascinante óxido de Carmen hasta su última novela Los Años Urgentes; mantiene esa frase, sumando nuevos conceptos.
“Como que la escritura es una obligación de interpretar la vida. Y creo que yo la he interpretado, he ejercido esta creación de lenguaje en diversas áreas. Como el erotismo, no sólo ahora, sino que a principios de los 90, intentando derrocar algunos de los muros morales que reprimían a las mujeres”, sostiene.
También, afirmó, en su visión crítica sobre la familia chilena tradicional, desafiando las estructuras inamovibles familiares. Todo, con una clara obsesión y la necesidad de ser porfiada. “Y sigue siendo un virus, en el sentido de poder inquietar al lector y no tranquilizarlo".
Entonces, ¿qué se debe sumar?: “Pienso que debería agregarse también una revolución”.
Así se presenta Ana María del Río en esta conversación con Diario Usach, hoy postulando al Premio Nacional de Literatura-Narrativa 2025 con el apoyo de Isabel Allende, Diamela Eltit, Sonia Montecino y la académica del Departamento de Lingüista y Literatura de la Universidad de Santiago, Andrea Jeftanovic.
La escritora no es ajena a los premios, ya que en su trayectoria literaria que comenzó en 1985, ha sido galardonada con el Premio Municipal de Santiago; el Premio Bombal; el de Letras de Oro de la Universidad de Miami y el Premio Manuel Montt, entre otras distinciones.
Galardones que le traen el recuerdo de una anécdota con Pedro Lemebel. “Los premios son premios, nada más, pero tu tienes que seguir trabajando”, le dijo el escritor en una noche de copas, risas y emociones.
De todas formas, Del Río entiende la importancia de ellos y cada uno los sabe atesorar. Y, en esta candidatura, hay algo más trascendental, casi como una misión. “Te nombran tal como antes nombraban a los caballeros con un espaldarazo en los hombros. Es un premio al recorrido y al proceso. Acá te presentas más desnuda que cuando me presentaba con una novela. Entera, más natural. Es una presión extra. Pero me gustan los desafíos”, explicó.
Y de desafíos sí que sabe, porque en su trayectoria destaca sus labores como profesora y guionista, siendo parte de la película chilena Bombal (2011). También, cuando empezó a escribir para niños, algo que sostiene es “muy difícil”.
“El lector niño es un lector eminentemente lógico, que no le deja ni una a las y los escritores, que no le aguanta ninguna cosa indeterminada ni cursilerías. Menos lo didáctico, las moralejas, las enseñanzas. Los niños detectan en forma absolutamente certera, como el mejor de los críticos, la intención moralizadora o por lo menos enseñadora de los adultos. Entonces sí, escribir para ellos es muy difícil, hay que entrar en un terreno riguroso y muy exigente”, comentó.
Así, ha escrito cinco cuentos infantiles como Lita, la niña del fin del mundo; La bruja bella y el solitario; La historia de Manú; Un niño de diez mil años y Un esqueleto en vacaciones.
De roles, timidez y reconocimientos
Para la novelista, es importante hablar de estos desafíos y revoluciones sin mencionar el rol de la mujer en su literatura, siempre presente, siempre evolucionando. ¿Cuánto? "Hay mucha más libertades en las chicas de ahora respecto a sus derechos, a su conciencia, a su presencia en el mundo, pero falta mucho camino por recorrer, muchísimo todavía. No en el sentido de lograr una igualdad o una superioridad de género, sino con poder establecerse en el mundo como personas más libres. Creo que todavía la mujer está atada, todavía está pensando en lo que la reprime. Todavía falta, pero vamos en camino, lo cual es absolutamente mejor que lo que pasaba años atrás"
En este juego evolutivo de sumar aspectos a su trayectoria, no se puede dejar de lado sus más de 12 novelas publicadas, una espalda más que suficiente para postularse en esta edición 2025 de los Premios Nacionales, decidiendo abrazar todo ese apoyo de colegas y salir de esa cueva donde la timidez la retenía.
“Un día saqué una cuenta bien ridícula, lo voy a confesar, puse todos mis libros lomo contra lomo y me dieron más de 38 centímetros, casi 40, y me pareció que a pesar de que era un cálculo ridículo, me dije a mí misma, sí, he hecho cosas, he estado en el país y he estado en la olla que hierve. Y a pesar de lo tímida que soy, creo que he trabajado en la creación de significados, que es, en buenas cuentas, la labor de la cultura”, cerró.
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