¿Hay ocasiones en las que se ha sentido muy dependiente de su celular? Y es más, ¿siente mucha incomodidad durante los momentos en que no se encuentra al lado de su teléfono? En una sociedad fuertemente hiperconectada, ambas situaciones podrían verse como normales ante la gran cantidad de información que reciben minuto a minuto nuestros smartphones.
Ahora, el panorama cambia para las personas que, derechamente, sienten miedo ante la desconexión tecnológica y que se puede expresar con fuertes niveles de estrés al estar lejos de su teléfono celular. Hablamos de la gente que lo pasa mal por el solo hecho de no poder tener un smartphone a la mano para revisar sus redes sociales, hablar por WhatsApp o, simplemente, para recibir llamadas.
La ciencia denomina a esas situaciones como nomofobia y, según explica Rodrigo Rojas, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago, estos hechos “refieren al miedo o ansiedad intensa que experimenta una persona al quedarse sin acceso a su teléfono móvil, ya sea porque lo olvidó, o porque se quedó sin señal, sin batería o sin datos”.
Y si bien esto aún no figura de manera oficial en los manuales clínicos (como el DSM-5 o la CIE-11), en los últimos años ya ha sido investigado como un fenómeno asociado al uso problemático de tecnologías.
El sitio PubMed Central (dependiente del National Library of Medicine de Estados Unidos) sostiene que el término nomofobia fue acuñado en 2008 en un estudio realizado por Servicio Postal Británico y en el que se reveló que el 53% de los cerca de 2000 participantes sufría de dicha dependencia y miedo.
Sobre sus síntomas, Rodrigo Rojas destaca la “ansiedad, irritabilidad al no tener un teléfono cerca, el uso compulsivo y excesivo del dispositivo, la dependencia psicológica para sentirse conectado o seguro, la dificultad para concentrarse en actividades sin el teléfono y las manifestaciones físicas del estrés (como la taquicardia, sudoración e inquietud) ante la idea de perder el acceso”.
¿LA NOMOFOBIA ES UNA ENFERMEDAD?
Por la gran cantidad de ofertas tecnológicas en el mercado, la nomofobia se puede describir como un “mal de las sociedades modernas”. Ahora, ¿esa situación entra en la clasificación de las enfermedades? Sobre esto, el psicólogo de la Usach manifiesta que este tipo de temor “no está clasificado formalmente como una dolencia mental, sino más bien, como un trastorno emergente de la era digital. Además, algunos autores la consideran como una adicción conductual comparable con la ludopatía o la adicción a internet”.
Para el especialista, “la nomofobia refleja cómo las sociedades hiperconectadas generan nuevas formas de dependencia debido a que el teléfono móvil pasó de ser una herramienta a convertirse en un mediador central de la vida social, académica y laboral”. Por lo mismo, Rojas sostiene que esta condición puede considerarse como un síntoma cultural de la modernidad digital.
En términos clínicos, el temor a estar sin el celular se relaciona con los trastornos de ansiedad y con los trastornos de control de impulsos y adicciones conductuales. ¿Y cuáles son sus riesgos? El académico de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Santiago explica que las personas que padecen esta condición se enfrentan a “la posibilidad de tener alteraciones de sueño (por el uso del teléfono durante las noches), a una baja del rendimiento académico/laboral por distracciones constantes, a problemas en las relaciones interpersonales (por aislamiento o conflictos) y la eventualidad de sufrir accidentes por el uso del celular en la calle o al conducir”.
¿CÓMO ENFRENTAR LA NOMOFOBIA?
El tratamiento para superar la nomofobia se puede abordar desde varios puntos de vista. Y uno de los más importantes apunta “a una buena educación digital y a la autorregulación, especialmente en la población joven”, sostiene Rodrigo Rojas.
A esto, el especialista agrega “el establecimiento de horarios para uso del celular y zonas libres de teléfono (por ejemplo, al momento de las comidas o al dormir); el fomentar actividades que no impliquen la utilización de la tecnología (actividades deportivas, lecturas, conversaciones cara a cara, etc.); el desarrollo de habilidades del manejo para el estrés y la tolerancia a la frustración y educarse en aspectos relacionados a la higiene de sueño y al conocimiento de los riesgos que implica el uso excesivo de pantallas”.
Además, este tipo de tratamientos no implican un protocolo único y pueden incluir estrategias para superar adicciones conductuales. En este punto se considera las intervenciones psicológicas; terapias cognitivo-conductuales (TOC) para la modificación pensamientos distorsionados; el entrenamiento para el control de impulsos y el manejo del tiempo y rutinas de mindfulness (las que favorecen la autorregulación y a la reducción de la compulsividad).
Rodrigo Rojas sostiene que, ante este tipo de situaciones, siempre es bueno apoyarse en la familia para establecer límites consensuados dentro del hogar y, para los casos que son más graves, el psicólogo señala “la consideración de tratamientos psiquiátricos para la ansiedad o depresión asociada, aunque no para tratar los casos de nomofobia en sí misma”.
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