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Desde los márgenes y el anonimato: La historia de las mujeres que sostuvieron la resistencia contra la dictadura

El libro “Todo lo que tenías que hacer” rescata la historia de quienes, sin necesariamente tener militancia política, refugiaron a fugitivos en sus hogares; escondieron y transportaron mensajes, documentos o armas.

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  • Agencia EFE

  • Viernes 13 de junio de 2025 - 10:00

 “O las salvo, o se mueren". Impulsada por este pensamiento, en diciembre de 1975 María Inés Urrutia sacó a una madre y a su hija recién nacida de un hospital de Santiago, impidiendo que fuesen capturadas por la policía secreta de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Años antes, la misma idea llevó a su hermana, Mónica Urrutia, a esconder en su casa al político Óscar Guillermo Garretón, del partido izquierdista Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y uno de los opositores más buscados por el régimen.

Algo parecido a lo que hizo Claudia, que abrió las puertas de la suya para que integrantes de la guerrilla de izquierdas Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) se reunieran y guardasen armas: "Teníamos esa convicción de que había que hacerlo, nunca lo cuestioné. Si venía un compañero y te pedía ayuda, había que dársela. Uno no pensaba en el miedo", recuerda a EFE.

María Inés, Mónica y Claudia son solo tres de las muchas mujeres que colaboraron anónimamente con la resistencia contra la dictadura y sostuvieron desde los márgenes a los partidos y organizaciones abocados a la clandestinidad tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973.

 "DIERON SUS VIDAS PARA SALVAR A OTROS"

Sus historias y las de otras cuatro mujeres fueron rescatadas del olvido por el periodista Tomás García en el libro 'Todo lo que tenías que hacer' (Alquimia Ediciones), que acaba de llegar a las librerías chilenas.

"Estas mujeres dieron sus vidas para que otras personas se salvaran y cumplieron una tremenda tarea para que los partidos y sus militantes pudieran hacer todo lo que se propusieron", explica a EFE el autor.

Sin necesariamente tener militancia política, refugiaron a fugitivos en sus hogares; escondieron y transportaron mensajes, documentos o armas; hicieron de enlace entre la prisión y el exterior; cedieron sus casas como punto de reunión y contribuyeron a que los perseguidos salieran al exilio.

"La naturalidad con la que las mujeres vivían sus vidas les permitió pasar desapercibidas, ser más camaleónicas, camuflarse y levantar coartadas que fueran creíbles", cuenta García sobre los motivos que hicieron de esta una labor mayoritariamente femenina, algo a lo que también contribuyó el machismo en los partidos y organizaciones, que las relegó a "tareas secundarias".

La suya, añade, era "una causa que si se quiere no tiene una bandera política estrecha, pero que sí es la causa de la vida, de la humanidad, del amor y de la solidaridad".

  "OBLIGACIÓN MORAL FRENTE AL DOLOR"

A Mónica Urrutia la primera propuesta de cooperación le llegó a finales de 1973, cuando desde el Consulado de Panamá le pidieron ir a buscar a dos militantes uruguayos escondidos en un hotel del centro de Santiago.

"Vas a ver en la puerta dos militares armados y les vas a decir que vas al quinto piso, que vas a ver a unos amigos. Después tocas el timbre y esperas tres, cuatro minutos. Si no te abren, bajas al segundo piso y te vas", fueron las instrucciones que le dieron a para aquel primer trabajo.

"No lo dudé", recuerda Mónica, quien asegura que la "conciencia social" de su hermana, la religiosa María Inés, fue la que la inspiró durante aquellos años de resistencia.

Cinco décadas después, tras haber dedicado su vida a defender los derechos humanos y a ayudar a los más vulnerables, María Inés dice a EFE que, "como religiosa, (cooperar con las víctimas) era una obligación moral frente al dolor".

En el caso de Claudia, la colaboración estuvo motivada por su compromiso político y por la pertenencia de su pareja a la guerrilla del FPMR.

"No teníamos vida, yo no pensaba en estudiar ni en nada", explica Claudia, que estaba "las 24 horas del día" a disposición de las necesidades del Frente, asumiendo que "en cualquier momento nos podíamos agarrar a balazos".

"Estabas tan imbuida en todo eso, que te olvidabas de ti un poco", coincide Mónica, refiriéndose al profundo compromiso que sentían con su labor.

Pese a no haber sido reconocidas por la historia como la "primera línea" de la oposición al régimen, que dejó alrededor de 3.200 asesinados y desaparecidos, Mónica, María Inés y Claudia afirman convencidas que ellas se consideran parte de la resistencia.

Ante la "ignorancia" de un sector de la sociedad chilena actual, donde se han instalado discursos negacionistas, todas ellas reivindican la memoria de lo ocurrido durante la dictadura y el valor de quienes la enfrentaron.

"Que sea una experiencia que nos sirva para vivir mejor, para vivir más solidarios, más sensibles con el dolor humano", concluye María Inés.

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