Como todas las primaveras, el desierto de Atacama, uno de los más áridos del mundo, destapó su mágica y única floración, que inundó las desoladas planicies de vivos colores.
La floración del desierto de Atacama atrae cada año a miles de turistas a la región de Copiapó, 800 kilómetros al norte de la capital, fascinados por la belleza cromática de una de las maravillas más inauditas de la madre tierra.
Los biólogos y meteorólogos relacionan este despertar con el fenómeno de El Niño, que implica un sobre calentamiento de las corrientes marinas del litoral pacífico de Chile, generando un aumento en las precipitaciones.
Una variación climática que produce flores pertenecientes a más de 200 especies, la gran mayoría de carácter endémico, con diferencias si son de costa o interior, y de forma sucesiva durante el breve tiempo que dura el fenómeno.
Primero lo hacen las especies más bulbosas, que necesitan mayor humedad, como las añañucas amarillas y rojas, y el huille, con flores de color blancas.
Después suelen brotar especies "de semilla", conocidas como pata de guanaco, que cubre amplios sectores del desierto, los suspiros lilas y celestes, los don Diego de la noche, malvillas, coronillas del fraile, cartuchos amarillos, lirios amarillos y las conocidas como "orejas de zorro".
El mejor lugar para la observación de este fenómeno único es el Parque Nacional Desierto Florido, una reserva natural creada en julio de 2023 con un área de 57.107 hectáreas.
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