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Museo San Francisco: Un refugio patrimonial y pulmón verde en el corazón de Santiago

Ubicado a un costado de la Iglesia, este espacio cultural no solo guarda una de las colecciones de arte colonial más importantes del país, sino que también se ha convertido en un espacio de tranquilidad para los y las transeúntes.

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  • Fabián Escobar

  • Jueves 3 de julio de 2025 - 09:15

Ubicado a pasos de la Alameda y rodeado por modernos edificios del centro de Santiago, el Museo de Arte Colonial de San Francisco es un verdadero oasis natural que resiste el paso del tiempo.

Fundado en 1969, el museo forma parte del conjunto del convento San Francisco, el edificio más antiguo conservado de la capital, cuya construcción comenzó en 1572.

Este espacio no solo guarda una de las colecciones de arte colonial más importantes del país, sino que también se ha convertido en un pulmón verde para la ciudad y un remanso de tranquilidad para los y las transeúntes.

El convento y la iglesia de San Francisco fueron edificados por la orden franciscana tras la fundación de Santiago. A lo largo de los siglos, la iglesia ha resistido numerosos terremotos, lo que la convierte en un símbolo de la resiliencia arquitectónica colonial

Con la creación del museo en una parte del convento, se abrió al público una valiosa colección de arte virreinal, que incluye pinturas, esculturas religiosas y muebles litúrgicos.

La figura de San Francisco de Asís y la iconografía cristiana predominan, revelando las formas en que se mezclaron el catolicismo europeo y las expresiones artísticas americanas. Además, destaca un área dedicada a Gabriela Mistral por los ochenta años del Premio Nobel de la poetisa chilena.

“Tenemos más de 400 años de infraestructura. obviamente, hubo reparaciones y cambios, pero esta es la edificación más antigua que existe en la ciudad de Santiago. Tenemos una sala de arte colonial y se puede ver el cuadro más antiguo de Chile y la puerta más antigua del país", comentó a Diario Usach, Carolina Vergara, directora ejecutiva del Museo San Francisco.

Agregó que "los visitantes que vienen son de distintos segmentos, algunos que vienen a conocer cuál es la arquitectura más antigua en la ciudad de Santiago, considerando que somos un país tan sísmico. Después hay gente que viene a ver una colección importante de arte. En este caso de arte colonial, dedicado principalmente a un arte religioso”.

 PATRIMONIO VIVO Y CULTURA AL SERVICIO DE LA CIUDADANÍA

Más que un museo tradicional, el espacio se ha convertido en un centro de difusión cultural y patrimonial. Regularmente se realizan actividades educativas, visitas guiadas y eventos que permiten a escolares, turistas y público general conocer una parte esencial de la historia religiosa y artística del país. La colección, en constante restauración y conservación, es un puente entre el pasado y las nuevas generaciones.

Además, desde su fundación, el museo ha desarrollado una labor silenciosa pero persistente en la protección del patrimonio. Ha resistido amenazas como los daños del terremoto de 2010 y la presión inmobiliaria, manteniéndose como un bastión de identidad histórica en el centro de Santiago.

“El acceso es relativamente económico, hay museos mucho más caros. Vale 2.000 pesos para personas estudiantes y tercera edad, y 3.000 pesos para personas adultas. Y el turista que viene desde el extranjero paga 5.000 pesos. Ese acceso es uno de los ingresos importantes que tiene el museo”, comentó la autoridad del recinto.

UN JARDÍN SECRETO EN EL CENTRO URBANO

Uno de los aspectos menos conocidos —pero más valorados por quienes lo descubren— es el jardín interior del museo. Rodeado por antiguas galerías, este espacio verde alberga árboles centenarios, plantas nativas, fuentes y esculturas religiosas que invitan al descanso y la contemplación. Es, literalmente, un pulmón verde en medio del cemento capitalino, que permite conectar con la espiritualidad franciscana y la calma del pasado en medio del ruido urbano.

Actualmente, el jardín alberga más de 40 especies de árboles, arbustos y plantas. En la pileta central conviven peces koi y tortugas, mientras que en el resto del espacio habitan aves como pavos reales y un gallo, junto con otras especies autóctonas de la zona central del país. 

“Es un oasis dentro de la ciudad, hay gente que viene desde el centro, donde hay otro ritmo, otro movimiento, otro ruido e ingresan a este convento que tiene mucha paz. Los espesores de los muros aíslan un poco el tema acústico, por lo que se convierte en un lugar muy tranquilo”, afirmó Carolina Vergara.

 

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