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Boris Prado Matus: El guardián del volantín chileno que mantiene vivo el colorido del aire

Nieto y heredero en el oficio de Guillermo Prado, considerado el más destacado volantinero en la historia de Chile, el artesano preserva con su trabajo un patrimonio que cruza generaciones y que sigue siendo símbolo de la cultura popular chilena.

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  • Fabián Escobar

  • Viernes 12 de septiembre de 2025 - 11:42

En los cielos de septiembre, cuando los vientos comienzan a soplar con fuerza y las familias se reúnen en parques y canchas abiertas, aparece uno de los protagonistas más queridos de la cultura popular chilena: el volantín.

Y detrás de este símbolo de las Fiestas Patrias, se encuentra el trabajo de decenas de artesanos, entre ellos Boris Prado Matus (56), reconocido volantinero nacional que ha dedicado su vida a la confección de estos coloridos juegos de papel, transformándose en un verdadero guardián de la tradición.

Nieto y heredero en el oficio de Guillermo Prado, considerado el más destacado volantinero en la historia de Chile y recordado por sus estudios en aerodinámica y la creación de fórmulas para lograr el “vuelo infalible”, el artista asegura que en cada hilo y en cada papel pegado hay una historia que sube con el viento y permanece en la memoria colectiva del país.

Su casa-taller, ubicada en la comuna de Cerrillos, es un espacio donde conviven la memoria de los juegos del aire, heredada tras los paseos por el Parque O’Higgins con su abuelo, y la innovación, que incluye cuadros para colgar volantines en las paredes.

En ese recinto, Boris mezcla técnicas tradicionales con nuevos diseños y materiales, siempre respetando la esencia de este arte. Papeles de colores, palillos y pegamentos dan forma a volantines que no solo buscan volar alto, sino también contar una historia.

“El volantín chileno es único en el mundo, es el único objeto volador cuadrado que cumple ciertas normas aerodinámicas que permite que se pueda desplazar con velocidad de un lugar a otro. La confección de un volantín tiene que ser precisa. Porque un objeto volador es como un avión. Es casi perfecto”, comenta el artesano en entrevista con Diario Usach.

Para Boris Prado un volantín perfecto es el que tiene sus palillos calibrados, sin estampados, con papeles “calados”, es decir, con diseños recortados y pegados a manos, y con medidas que no superen los 50 centímetros.

El volantinero nacional revela que en un año puede llegar a confeccionar dos mil piezas distintas y su trabajo comienza en marzo para satisfacer las necesidades de quienes elevan en Fiestas Patrias.

“A partir de los años ochenta, cuando se hizo muy competitivo el volantín, tuvieron que achicar el formato, porque ahora se juega a menor altura y con volantines más ligeros. Por ende, el tamaño disminuyó. Sin embargo, el volantín tradicional chileno, que nosotros usábamos antes, y que seguimos usando, competía a mayor altura y tenía características muy claras que han ido desapareciendo porque algunas personas buscan fabricar más y vender más”, sostiene el experto.

El volantinero reconoce que los tiempos han cambiado. Si antes los niños y niñas confeccionaban sus propios volantines con la ayuda de sus padres, hoy muchos prefieren comprarlos hechos o reemplazar este juego por la tecnología. Sin embargo, asegura que todavía hay un interés creciente por recuperar las tradiciones, especialmente en el mes de septiembre.

“He participado en muestras y talleres, con niños y adultos, y les interesa mucho aprender de la confección y el arte que existe detrás de un volantín. También es un ejercicio que evoca muchos recuerdos de la infancia, para mi confeccionar un volantín es como la alquimia, una terapia que me despeja del mundo”, comenta.

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