En los primeros días de vida, el calor humano puede ser tan vital como el alimento o el abrigo. En Chile, mientras decenas de bebés llegan al mundo sin el acompañamiento de sus familias, la Fundación Abrázame extiende un gesto silencioso pero transformador: brazos dispuestos a contener, cuidar y entregar afecto donde más falta hace.
Cada año, más de 400 recién nacidos son abandonados en hospitales públicos del país, según cifras recientes, y solo en 2024 se registraron 71 casos. En esos espacios donde la soledad parece inevitable, Abrázame busca reemplazar el vacío con cercanía.
Desde su creación en 2012, la fundación ha construido una red de apoyo que hoy alcanza a más de 250 bebés, niños, niñas y adolescentes al mes, gracias al compromiso de más de 300 voluntarios que participan activamente en 20 hogares y residencias a nivel nacional.
Su ´´unica finalidad es el bienestar de niños y niñas que han sido separados de sus familias debido a la vulneración de sus derechos. A través de programas especializados de voluntariado, fomentan vínculos afectivos y experiencias positivas, creando un entorno de amor y contención para ellos.
EL PRIMER VÍNCULO EN LA VIDA DE UN NIÑO
La evidencia científica es clara: el contacto físico temprano ayuda a regular la respiración, la temperatura y el ritmo cardíaco de los recién nacidos, pero también fortalece su desarrollo emocional. Abrázame ha hecho de esa certeza su motor. Con voluntarios formados y acompañados profesionalmente, buscan que cada niño o niña reciba no solo cuidados básicos, sino también amor y presencia constante.
Ignacia Humenyi Urzúa, líder del voluntariado de Fundación Abrázame, cuenta a Diario Usach que el impacto del trabajo se mide a través de los avances que observan los propios voluntarios durante sus visitas. A veces son pequeños gestos, como una sonrisa nueva, una mirada curiosa, una mano que se estira para tocar a quien antes era un desconocido.
“Nuestros voluntarios registran esos progresos, sobre todo en los bebés. Algunos al
principio son más tímidos o tienen dificultad para conectar, pero con el tiempo se abren, responden al estímulo, sonríen o comienzan a expresar sus emociones. Ese progreso es parte del efecto del acompañamiento”, explica.
El recorrido para convertirse en voluntario no es breve. Dura entre dos y tres meses e incluye capacitaciones, evaluaciones psicológicas y charlas informativas. El proceso busca asegurar que quienes lleguen al programa tengan la estabilidad emocional y la empatía necesarias para acompañar a niños y niñas en contextos de alta vulnerabilidad.
“Cada etapa es un filtro”, comenta Ignacia, agregando que llevan a cabo este proceso “porque queremos garantizar que las personas que ingresan tengan las condiciones para sostener un vínculo de calidad”.

Una vez aceptados, los nuevos integrantes reciben una inducción general sobre el modelo Abrázame y otra específica según la residencia a la que sean asignados. Las primeras visitas se realizan junto a voluntarios con más experiencia, para que el acompañamiento se dé de forma gradual y respetuosa.
En el programa Abrázame Más se forman duplas de voluntarios que son asignadas a cada bebé según las necesidades de este y las habilidades de los acompañantes. De ese modo, cada niño recibe un tipo de afecto y estímulo pensado para su historia particular.
UN LLAMADO A SUMARSE A TRAVÉS DEL ABRAZO
El trabajo de la fundación no solo cuida a los niños, sino también a quienes los acompañan. Los voluntarios participan en reuniones periódicas y espacios de contención donde profesionales los ayudan a procesar la carga emocional de sus experiencias.
“Todos sentimos cansancio o tristeza en algún momento. Lo importante es compartirlo y entender que no estamos solos en eso”, reflexiona Ignacia. Para ella, esos espacios son esenciales para sostener la motivación y la empatía que dan sentido a la labor.
Mantener viva esta red implica desafíos constantes: más manos, más recursos y más
visibilidad. “Necesitamos voluntarios que cumplan con el perfil, pero también financiamiento para seguir creciendo y llegar a más regiones”, señala Ignacia. La fundación opera gracias a donaciones, campañas y colectas que permiten que su trabajo continúe expandiéndose.

Pese a las dificultades, Abrázame sigue demostrando que el cariño también puede ser una forma de justicia. Cada visita, cada abrazo y cada minuto de compañía se convierten en un recordatorio de que el afecto tiene poder reparador.
Quienes deseen formar parte de esta labor pueden postular como voluntarios o realizar aportes económicos a través de los canales oficiales de la fundación. Toda la información está disponible en www.abrazame.cl, o escribiendo a voluntariado@abrazame.cl, donaciones@abrazame.cl y contacto@abrazame.cl.
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