Cuando Rosario Carmona (58) perdió su trabajo hace siete años pensó que sería solo una pausa en su impecable trayectoria profesional. Con estudios de postgrados y más de tres décadas con trabajos estables, tanto en el mundo privado como público, confiaba en que su experiencia sería un activo que le ayudaría a encontrar pronto una nueva plaza laboral. Sin embargo, desde entonces ha postulado a más de ciento cincuenta ofertas sin recibir respuesta.
“Al principio estaba tranquila, convencida de que iba a encontrar algo pronto. Pero pasaron los meses, después los años, la pandemia, y las puertas simplemente no se abrían. He postulado a más de ciento cincuenta ofertas y nunca recibí una llamada. A veces pienso que ni siquiera leen mi currículum”, cuenta.
La mujer reconoce que el golpe emocional ha sido duro. “Uno empieza a cuestionarse, a preguntarse si realmente vale lo que hizo durante toda su vida profesional. Siento que la edad se volvió mi mayor problema, como si todo lo que aprendí ya no tuviera valor”.
Hoy sobrevive realizando asesorías esporádicas y ayudando a familiares en pequeños proyectos, pero confiesa que lo que más le pesa no es la falta de ingresos, sino la falta de reconocimiento. “No quiero un favor, quiero trabajar. Tengo la energía y la experiencia, pero pareciera que para el mercado ya estoy jubilada”.
Según un estudio del Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales (Clapes UC) de 2024, las personas mayores de 50 años han sido de las más afectadas en la recuperación del empleo tras la pandemia. Actualmente, este grupo presenta tasas de desempleo 1,6 veces más altas que antes del Covid-19, y aún faltan más de 297 mil empleos para recuperar los niveles de ocupación previos a marzo de 2020.
El tiempo que tardan en reinsertarse también es mayor: 7,1 meses para quienes tienen entre 50 y 59 años y más de 11 meses para los mayores de 60. Peor aún, cerca del 24,3% enfrenta períodos de desempleo de larga duración (más de un año), cifra que supera ampliamente la de los grupos más jóvenes.
Según datos oficiales, entre junio y agosto de 2025, entre quienes tienen 50 años o más, el desempleo se ubicó en 6,6%, es decir 209.171 personas.
“El edadismo laboral, la discriminación por edad en el empleo, está muy presente en Chile. No es un fenómeno nuevo, pero se ha acentuado con el tiempo, transformándose en un grave error estratégico para las empresas”, comentó Bárbara Cisterna, directora comercial de la empresa de recursos humano Randstad.
Para la especialista, en un contexto donde retener al mejor talento es el principal desafío para el 71% de las compañías en Chile, descartar profesionales por su edad es un lujo que ninguna organización puede permitirse. “La verdadera innovación no reside en reemplazar la experiencia, sino en integrarla. El futuro del trabajo es multigeneracional, un entorno donde se combina la visión estratégica y la resiliencia de los profesionales con más trayectoria con la agilidad digital de las nuevas generaciones. Las empresas que fomenten esta sinergia no solo serán más equitativas, sino también más competitivas y exitosas”, sostuvo.
PREJUICIOS QUE PESAN MÁS QUE LA EXPERIENCIA
¿Por qué a los mayores de 50 les cuesta tanto encontrar trabajo? Para el psicólogo clínico y académico de la Universidad de Santiago de Chile, Antonio Letelier, el problema tiene raíces culturales y organizacionales.
“Yo diría que hay una serie de prejuicios asociados a las personas mayores de 50 años. El primero es que tienden a enfermarse más o a tener patologías de base, y eso hace que las empresas sean más suspicaces a la hora de contratar”, explica.
A esto se suma una percepción de falta de flexibilidad. “También se tiende a considerar que las personas mayores son más rígidas o tienen menos capacidad de adaptarse a los cambios. Además, muchos han alcanzado niveles de especialización tan altos que sus currículums pueden parecer ‘sobrecualificados’ para ciertos cargos”, agrega Letelier.
Sin embargo, el especialista advierte que esta mirada es anacrónica. “Una persona de 50 años hoy no es lo mismo que hace 20 años. La expectativa de vida, la salud y las capacidades laborales han cambiado, pero los estigmas persisten”, señala.
El impacto de este tipo de exclusión no es solo económico. Según Letelier, el trabajo ocupa gran parte de la vida y tiene un rol fundamental en la identidad y el bienestar de las personas. Cuando alguien mayor siente que su experiencia ya no tiene valor en el mercado, “aparecen síntomas depresivos, de ansiedad, preocupación, estrés o dificultades para gestionar el tiempo”, explica.
Paradójicamente, lo que muchos empleadores consideran una desventaja —la edad— es, en realidad, una fuente de valor organizacional. “Un trabajador mayor de 50 años tiene una gran ventaja que tiene que ver precisamente con la experiencia. Conoce las particularidades del trabajo, las dinámicas internas y los aspectos culturales que no están en los manuales”, enfatiza Letelier.
“Las personas mayores de 50 años suelen vivir la búsqueda de empleo con una mezcla de frustración y desafíos emocionales. Pueden sentirse excluidas o menos consideradas debido a su edad, ya sea por la falta de actualización o porque las empresas priorizan perfiles más jóvenes. Este proceso también puede implicar una pérdida o cambio de identidad, especialmente para quienes han pasado muchos años en un mismo rol o sector y comienzan a cuestionar su valor o conexión con su experiencia”, agregó Bárbara Cisterna de Randstad.
Para la ejecutiva, los factores que influyen en el edadismo laboral destacan:
Estereotipos y discriminación por edad: se menciona que aún existen barreras persistentes que limitan su acceso pleno al empleo, incluida la “discriminación por edad”.
Falta de actualización de habilidades: también se habla de la “falta de oportunidades para la formación y actualización de habilidades” en este segmento.
Condiciones laborales rígidas: se menciona que la “escasa flexibilidad en las condiciones laborales” afecta a personas mayores de 50 años.
Cambios demográficos y de mercado: el entorno laboral cambia rápidamente, tecnología, metodologías, formatos híbridos y esto puede crear brechas que afectan más a trabajadores de mayor edad.
Cultura organizacional: muchas empresas todavía no han implementado políticas que reconozcan y valoren el aporte de trabajadores mayores, lo que limita su plena integración.
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