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Estrés, sedentarismo y “hambre por aburrimiento”: Los efectos del trabajo de oficina en la alimentación

Largas horas frente al computador, presión laboral y acceso constante a snacks ultraprocesados están moldeando los hábitos alimenticios de los trabajadores de oficina en Chile. La nutricionista Daniela González explica cómo el estrés y el sedentarismo alteran las señales del apetito y favorecen el consumo de alimentos poco saludables.

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  • Fabián Escobar

  • Jueves 6 de noviembre de 2025 - 13:18

Pasar gran parte del día frente a una pantalla no solo afecta la postura física o la vista. También modifica la forma en que comemos. En Chile, miles de personas pasan entre ocho y diez horas en oficinas o espacios laborales sedentarios, donde el café, las galletas y los snacks se convierten en compañeros constantes de la jornada.

Estar sentados mucho tiempo disminuye el gasto energético y favorece lo que llamamos hambre por aburrimiento”, explica la nutricionista Daniela González, académica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Santiago de Chile (Usach). Según la especialista, el entorno laboral moderno reúne varios factores que estimulan el apetito más allá de la necesidad fisiológica: la inactividad física, el estrés, la disponibilidad constante de comida y las asociaciones automáticas entre comer y ciertas tareas.

“El estrés laboral altera las hormonas del apetito como el cortisol y la grelina. Además, muchos espacios de trabajo tienen máquinas dispensadoras con snacks ultraprocesados o cafeterías con productos altos en azúcar y grasa”, detalla la profesional. A esto se suma un componente psicológico: las conexiones automáticas que las personas establecen sin darse cuenta, como “reunión = café con galletas” o “tarea difícil = algo dulce”.

El cuerpo también responde al estrés de forma biológica. “Cuando estamos bajo presión, se activa el eje hipotálamo–hipófisis–adrenal, aumentando la liberación de cortisol. Esto eleva el apetito y el deseo por alimentos ricos en azúcar, grasa y sal, conocidos como comfort foods”, afirma la académica. Estas comidas liberan dopamina, la hormona del placer, generando una sensación temporal de bienestar, aunque a largo plazo pueden provocar aumento de peso y desequilibrios metabólicos.

Por otra parte, permanecer sentado durante horas tiene consecuencias directas sobre el metabolismo. “Baja la sensibilidad a la insulina, se reduce la oxidación de grasas y la tasa metabólica basal. También se enlentece la digestión y puede aparecer hinchazón o reflujo”, señala González. En lo mental, la falta de movimiento reduce el flujo sanguíneo y la oxigenación cerebral, lo que se traduce en cansancio y fatiga, sensaciones que muchas veces el cuerpo confunde con hambre.

“Cuando estamos agotados, disminuyen las hormonas de saciedad y del bienestar, como la leptina y la serotonina, y aumenta la grelina, que estimula el apetito. Así el cuerpo interpreta el cansancio como necesidad de comer, cuando en realidad lo que falta es descanso”, explica.

Ante este panorama, la nutricionista recomienda optar por colaciones saludables y prácticas para el escritorio: frutas frescas, frutos secos en pequeñas porciones, yogur natural o griego, mix de semillas o bastones de verduras como apio, pepino o zanahoria.

“Lo importante es planificar y tener alternativas a mano, porque si la única opción son galletas o papas fritas, será difícil resistirse. No se trata de prohibir, sino de crear un entorno que favorezca decisiones más saludables”, concluye Daniela González.

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