Entre esos 2.896 trabajadores que tuvieron reducción de jornada, los investigadores, de la Universidad de Boston y el University College de Dublin, hicieron tres grupos: uno que tuvo una reducción de 8 o más horas (y organizó su jornada en 4 días laborales); otro grupo tuvo reducción de 5 a 7 horas; y un tercer grupo, de 1 a 4 horas.
Luego, se compararon los datos de salud de las personas que recortaron su jornada laboral, sin ver su sueldo afectado, con los de 285 trabajadores de 12 empresas que no tuvieron ningún tipo de rebaja de horas de trabajo.
Los científicos analizaron las encuestas que durante seis meses fueron respondiendo los trabajadores y trabajadoras, y los contrastaron con los indicadores relacionados con el empleo y la salud (incluidos el agotamiento, la satisfacción laboral y la salud mental y física) antes y después de la intervención.
Los resultados arrojaron que las semanas laborales de cuatro días sin reducción salarial aumentan la satisfacción laboral y la salud física y mental de sus empleados, que rinden más, están menos fatigados, reportan menos problemas de salud en general, y, particularmente, mejoran mucho en calidad del sueño.
Los empleados con una reducción de ocho horas o más por semana laboral declararon haber experimentado una mayor reducción del agotamiento, mejor salud mental y más satisfacción laboral, que los de empresas que del grupo de control que no redujo la jornada.
Además, los trabajadores que trabajaron entre 1 a 4 horas menos a la semana y entre 5 a 7 horas reportaron efectos beneficiosos del mismo tipo que los que tuvieron una jornada de 4 días y 8 horas menos: menos problemas de sueño y niveles de fatiga, y mejora de la capacidad de trabajo individual. Pero esos beneficios fueron inferiores a los que trabajaron 4 días (8 horas menos a la semana).