En un contexto donde el acceso a internet es casi ilimitado y la supervisión parental muchas veces se ve superada por la tecnología, cada vez más niños, niñas y adolescentes están expuestos, a edades tempranas, a contenidos pornográficos. Aunque muchas veces se subestima su impacto, especialistas advierten que este tipo de consumo puede afectar seriamente el desarrollo emocional de los menores de edad, alterar su visión sobre las relaciones afectivas y sexuales, e incluso, abrir la puerta a otras adicciones en la adultez.
Un estudio presentado en el último congreso de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), arrojó que los y las jóvenes con uso problemático de la pornografía presentan puntuaciones significativamente más elevadas de ansiedad, depresión y somatización. También detectaron una presencia mayor de otras conductas adictivas, entre ellas al alcohol, juego patológico, drogas, adicción a internet, uso problemático de videojuegos, compras compulsivas o conducta sexual problemática.
Los creadores de la investigación aseguraron que buscan profundizar en el vacío que existe sobre la patología dual del uso problemático de la pornografía con otros trastornos mentales. Según la SEPD, ninguno de los grandes manuales diagnósticos de los trastornos mentales reconoce el uso problemático de pornografía como un trastorno mental, aunque sí se ha reconocido el trastorno de la conducta sexual compulsiva (adicción al sexo) como un trastorno mental y, dentro de él, el uso problemático de la pornografía ha sido señalado como un síntoma o manifestación.
Según los expertos, los hombres son más propensos que las mujeres a desarrollar este uso problemático y los adolescentes son una población especialmente vulnerable. Asimismo, estudios recientes estiman que entre el 1% y el 38% de los adultos y entre el 5% y el 14% de los adolescentes podrían desarrollar uso problemático de pornografía.
“Algunos estudios sugieren que abordar la sintomatología del uso problemático de pornografía mediante terapia cognitivo conductual podría mejorar la calidad de vida y reducir síntomas co-ocurrentes como los síntomas depresivos, pero todavía faltan muchos estudios para poder llegar a conclusiones sólidas en este sentido”, comentó Gemma Mestre-Bach, una de las investigadoras del estudio.
Para el psicólogo clínico y académico de la Universidad de Santiago de Chile, Antonio Letelier, la pornografía proyecta una imagen de sexualidad distorsionada, tanto así que si el niño, niña o adolescente tienen acceso a ella tendrán dificultades para integrar los aspectos afectivos-emocionales y psicológicos que acompañan a un desarrollo maduro de la sexualidad. Además, este contenido repite modelos de roles de género que reproducen formas de violencia patriarcal, la conexión entre violencia y placer o la noción de hiperrendimiento centrado en la genitalidad.
“Se puede hablar de una hipersexualización de la sociedad basada en la accesibilidad de un erotismo basado en la imagen y en conductas estereotipadas. A mi juicio, los contenidos explícitos empobrecen la complejidad de la experiencia sexual y desorientan a los niños y adolescentes, generando percepciones completamente distorsionadas de la sexualidad”, comentó el especialista, quien confirma que el consumo de este tipo de contenido en edades infantiles puede generar graves problemas en el desarrollo de las personas en su edad adulta.
“Una percepción errónea de la sexualidad adquirida en una fase temprana del desarrollo va a generar distorsiones y experiencias traumáticas en un niño. Muchas veces, la dificultad aparece cuando se confronta a una realidad que le demanda elementos que no logró comprender a través de una educación sexual sana. De este modo, es muy común la aparición de síntomas de ansiedad, percepciones patológicas del cuerpo, síntomas depresivos o incluso disociativos”, comentó Letelier.
Consultado sobre las herramientas familiares o sociales con las que se debería enfrentar este problema en los jóvenes, el profesor Letelier aseguró que es fundamental el diálogo y la educación sexual permanente, ojalá tanto a nivel familiar como a nivel de los colegios. Además, crear un programa y una política de educación sexual que estuviera orientada a abordar el tema de manera amplia.
“La sexualidad se aborda más bien desde la lógica biológica del funcionamiento sexual genital, y ahora también se han incluido temas que tienen que ver con las identidades sexuales, pero la sexualidad va mucho más allá de eso, tiene que ver con las concepciones del placer, con los roles sociales, culturales que se establecen desde la infancia, con la afectividad, con las emociones, con las expectativas que genera, con las frustraciones que puede producir en la infancia, en la adolescencia. Es un campo de estudio súper amplio y tiende a reducirse”, sostuvo.