Darse un festín con una comida, quedar con la guatita llena, pero siempre terminar con la frase: ¿Un postrecito? tiene una explicación científica más allá de la glotonería.
Un grupo de científicos alemanes del Instituto Max Planck para la Investigación del Metabolismo quiso entender por qué se genera este comportamiento de querer comer algo a pesar de estar saciados.
Los expertos señalaron que la razón a este deseo de comer algo dulce está relacionado con el cerebro. Así lo confirmó el equipo que lidera Henning Fenselau y Marielle Minère, que apuntó a que las responsables son unas neuronas nerviosas - y también golosas - que se encargan de activar una sustancia de carácter opiáceo con el deseo de comer azúcar.
DATOS DEL ESTUDIO
Según el estudio publicado en la revista Science, todo tiene que ver con la saciedad y cómo el cerebro reacciona a ella. El azúcar estimula las áreas de recompensa y placer en nuestro centro de mando, a pesar de estar saciados.
Los investigadores realizaron pruebas en ratones para entender por qué, incluso cuando estaban saciados, seguían comiendo azúcar. "Aunque la ingesta total de alimentos se atenúa cuando nos sentimos saciados o llenos, este estado se asocia con un mayor deseo de comer alimentos dulces como postres", señalaron los autores del trabajo.
Al analizar la actividad cerebral de los ratones, identificaron un grupo de células nerviosas, las neuronas POMC, que juegan un papel clave en este fenómeno.
"Las neuronas proopiomelanocortina (POMC) hipotalámicas son los principales reguladores de la saciedad porque disminuyen la ingesta de alimentos a través de neuropéptidos excitatorios de melanocortina", indicaron los científicos.
Sin embargo, los científicos postularon que su función va más allá: “No solo promueven la saciedad en condiciones de alimentación, sino que simultáneamente activan el apetito por azúcar, lo que impulsa el consumo excesivo”.
En el estudio, cuando los ratones consumían azúcar, estas neuronas liberaban ß-endorfina, que de acuerdo a estos expertos es una especie de opiáceo propio del cuerpo que activa la sensación de recompensa en el cerebro.
“Las proyecciones de neuronas POMC al tálamo paraventricular inhibieron selectivamente las neuronas postsinápticas a través de la señalización del receptor opioide mu”, explicaron los investigadores. Este proceso impulsaba a los ratones a seguir consumiendo azúcar a pesar de estar llenos.
Los científicos concluyeron que los alimentos "con alto contenido de azúcar se consumen fácilmente, incluso después de las comidas y más allá de la sensación de saciedad".
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