Con la llegada de las altas temperaturas y jornadas que superan los 30 grados en varias zonas de Chile, muchas personas continúan realizando actividad física al aire libre sin dimensionar los riesgos reales que esto implica para la salud. Si bien el ejercicio es fundamental para el bienestar, practicarlo en condiciones de calor extremo puede transformarse en una amenaza seria si no se toman las medidas adecuadas.
Según explica Rodrigo Yáñez Sepúlveda, doctor en Fisiología Aplicada y académico de la carrera de Pedagogía en Educación Física de la Universidad Andrés Bello, entrenar bajo calor intenso somete al organismo a un estrés fisiológico extremo. Durante el ejercicio, el cuerpo debe redistribuir el flujo sanguíneo entre los músculos, la piel y los órganos internos, priorizando la disipación del calor a través de la piel. Este esfuerzo puede provocar una disminución del riego a órganos vitales, afectando el funcionamiento renal, cardiovascular e intestinal.
“El corazón trabaja con mayor exigencia, disminuye el volumen sistólico y aumenta la fatiga térmica. Además, el intestino puede volverse más permeable, liberando toxinas que generan inflamación sistémica y aumentan el riesgo de daño renal”, advierte el especialista.
El impacto del calor extremo no solo es físico. A nivel neurológico, un golpe de calor puede afectar la barrera hematoencefálica, generando edema cerebral y, en casos graves, secuelas cognitivas permanentes. A esto se suma un riesgo menos visible pero igualmente relevante: el daño cutáneo.
Investigaciones recientes en fotobiología indican que las altas temperaturas potencian los efectos dañinos de la radiación ultravioleta. En deportistas al aire libre, la sudoración excesiva puede reducir la eficacia del protector solar y aumentar la absorción de radiación, elevando el riesgo de desarrollar cáncer de piel, como melanoma y carcinomas, especialmente cuando existe exposición solar repetida e intensa.
RECOMENDACIONES PARA ENTRENAR DE FORMA SEGURA EN DÍAS DE CALOR EXTREMO
Frente a este escenario, el académico UNAB recalca que el ejercicio en calor no debe abordarse solo como un problema de hidratación, sino como una estrategia preventiva integral.
1.- ACLIMATACIÓN PROGRESIVA
Se recomienda un periodo de adaptación de entre 7 y 14 días, aumentando gradualmente la duración e intensidad del ejercicio para que el cuerpo optimice la sudoración y la estabilidad cardiovascular.
2.- EVITAR HORARIOS CRÍTICOS
Entrenar antes de las 10:00 y después de las 20:00 horas. Evite los horarios entre las 11:00 y las 17:00 horas, cuando la radiación solar y la temperatura ambiental alcanzan sus niveles más altos.
3.- HIDRATACIÓN CON ELECTROLITOS
Priorizar bebidas isotónicas con sodio y electrolitos, con una ingesta aproximada de 400 a 800 ml por hora. El agua sola puede no ser suficiente y favorecer desequilibrios electrolíticos.
4.- PROTECCIÓN SOLAR ADECUADA
Usar protector solar de amplio espectro FPS 50 o superior, resistente al agua, reaplicándolo con frecuencia. Complementar con gorros técnicos transpirables y ropa ligera de colores claros.
5.- VESTIMENTA ADECUADA
Optar por prendas sintéticas y transpirables que faciliten la evaporación del sudor. Nunca utilizar bolsas plásticas o ropa no respirable, ya que bloquean el enfriamiento corporal y pueden provocar un aumento peligroso de la temperatura interna.
6.- ESCUCHAR AL CUERPO
Mareos, debilidad extrema, dolor de cabeza, confusión o náuseas son señales de alerta. Ante estos síntomas, se debe suspender inmediatamente la actividad, buscar sombra, hidratarse y, de ser necesario, acudir a un centro de salud.
El especialista enfatiza que entrenar con calor extremo sin precauciones “no mejora el rendimiento ni favorece la pérdida de grasa, sino que expone innecesariamente a riesgos graves y evitables”. Por ello, adaptar el ejercicio a las condiciones climáticas es clave para proteger la salud y prevenir consecuencias potencialmente irreversibles.
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