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Síndrome de Estocolmo: El origen y el sesgo de género que hubo del profesional a cargo del caso

Isabel Puga, psicóloga del Centro de Salud de la Universidad de Santiago, planteó que al negociador principal, el psiquiatra Nils Bejerot, le faltó bastante objetividad, "no fue capaz de ponerse en la mirada de los rehenes”.

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  • Belén Muñoz B.

  • Viernes 27 de junio de 2025 - 11:05

Clark Olofsson se hizo famoso en 1973 tras ser uno de los dos responsables de secuestrar por seis días a tres mujeres y un hombre durante un intento de robo a un banco en Estocolmo. Este hecho inspiró la polémica teoría del "síndrome de Estocolmo".

El suceso alcanzó gran repercusión debido a que los rehenes se comportaron, según las autoridades y medios de la época, de manera “extraña” con los atracadores. Cincuenta y dos años después, el nombre de Clark Olofsson volvió a la palestra.

Esto debido a que se informó que el criminal sueco falleció este jueves a los 78 años en un hospital de Suecia, según revelaron los familiares a los medios suecos y que luego replicó EFE.

EL ORIGEN DE LA TEORÍA

Su nombre está ligado para siempre con el “Síndrome de Estocolmo”, pero fue el negociador principal, el psiquiatra Nils Bejerot, quien acuñó este concepto. Esto luego de que indicara al mundo que la causa de la conducta irracional de Kristin Ehnmark, una de las rehenes, se debía a un síndrome psiquiátrico al que llamó Norrmalmstorg.

"Dicen que uno puede congelarse del miedo y yo creo que mi mente se desconectó. Pavor indescriptible”, recordaba en ese momento Kristin, pero la gran mayoría se quedó con los dichos del profesional y nadie profundizó sobre su caso. Incluso la mujer, en su libro sobre el asedio al Kreditbanken, indicó que “no había amor o atracción física”.

De esta manera, nació el síndrome de Estocolmo, que indica que las víctimas de secuestro desarrollen afecto por sus captores, que adoptó el nombre de la ciudad, pero no de la plaza sueca.

Foto: Sjöberg Bildbyrå / ullstein bild / Gettyimages.ru

"Cuando una persona normal es secuestrada por un delincuente que tiene el poder de matarla en cuestión de horas, el rehén tiene una especie de regresión a emociones infantiles: no puede comer, hablar, ir al baño sin permiso. Hacerlo es un riesgo, así que acepta que su captor es quien le da la vida, como lo hizo su madre", explicaba después el psiquiatra Frank Ochberg, quien definió el síndrome para el FBI y Scotland Yard en la década de 1970.

El síndrome “se popularizó” de tal manera que incluso los abogados de Patty Hearst, la heredera de la fortuna una familia dueña de un periódico californiano, quien fue secuestrada por militantes revolucionarios y luego se unió a ellos en un robo, lo usaron para defenderla.

NO ESTÁ EN LOS MANUALES PSIQUIÁTRICOS

Isabel Puga, psicóloga del Centro de Salud de la Universidad de Santiago, abordó esta teoría con Diario Usach y de entrada indicó que “este caso, en general, es más conocido como síndrome de Estocolmo. A partir de ahí parte este famoso concepto”.

La profesional señaló que este síndrome es un término conocido en la cultura popular y en los medios, pero no es un diagnóstico clínico. “Más bien es un concepto que abarca una serie de situaciones y que describe una situación que es un mecanismo de afrontamiento y una respuesta de supervivencia en una situación de peligro y dependencia”, planteó.

De hecho, no existen criterios de diagnóstico ampliamente aceptados para identificar el síndrome, y no se encuentra en ninguno de los dos manuales psiquiátricos principales. La experta afirmó que el “síndrome de Estocolmo” nunca ha sido reconocido en algún manual diagnóstico. “NI en el DSM, que está en la edición 5 revisada (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición, Revisión del Texto)), o en el CIE-11, que es la clasificación internacional de enfermedades de la OMS”.

Puga indicó que lo más cercano es el trauma de estrés postraumático, los trastornos de adaptación. “Todo lo que tenga que ver con el estrés agudo o crónico”, comentó.

Agregó que en la actualidad los profesionales abordan “el trauma complejo en estas situaciones de cautiverio en que están las personas. Otro punto que se aborda son los mecanismos o tipos de afrontamiento de la situación, debido a que esa persona tiene un sentido de extrañeza consigo mismo, pero lo que se trabaja es que es una estrategia que surge que le asegura la supervivencia. Es la manera en que su mente reacciona ante el peligro”.

SESGO DE GÉNERO DEL PROFESIONAL

Con el paso de los años, se comenzó a cuestionar si el psiquiatra Nils Bejerot no se apresuró en su diagnóstico. El psicólogo Allan Wade, terapeuta e investigador enfocado en problemas de violencia, en conversación con la BBC señaló hace un tiempo que "Kristin es una de las mujeres más famosas y menos comprendidas de la psicología".

"Para mí, fue una manera de desestimar lo que hizo para resistir, preservar su dignidad y proteger a los otros rehenes", afirmó Allan Wade, quien agregó en dicha ocasión que “hablaron sobre ella, sin ella, en vez de darle voz para que articulara su propia experiencia".

En tanto, Cecilia Ase, profesora de estudios de género de la Universidad de Estocolmo, aseguró en una ocasión que “nada apunta a que tuvieran problemas psiquiátricos ni a que padecieran ningún síndrome como tal. El síndrome de Estocolmo se creó de la nada para dar cabida al hecho de que estas mujeres actuaron racionalmente en esta situación”.

La psicóloga Isabel Puga comentó que “ese famoso mito que hay que las mujeres víctimas de violencia sufrirían el síndrome de Estocolmo, en el cual se identifican con el agresor, ha sido bien controversial la referencia, porque en el fondo pone la responsabilidad en la víctima, sobre todo en los estudios de violencia es bien complicado verlo así”.

Agregó que “se olvida esta brecha o tensión que hay, que es una manera que tiene la mente de reaccionar ante un peligro extremo. No es que la víctima genera una lealtad hacia el agresor, o que la víctima genera una complicidad con el agresor, sino que tiene que ver más bien que son las formas de afrontar la violencia, los modos de poder sobrevivir en estas situaciones que generan esta disociación, estos estados de sumisión e incluso a llegar a estar de acuerdo”.

Foto: Wikipedia 

La profesional apuntó a que existe “el riesgo de que cuando se pone la noción de síndrome de Estocolmo en las mujeres que son víctimas de violencia, está el riesgo de que primero se deja de lado el ver que es un trauma, al hablar de síndrome de Estocolmo uno le puede bajar el perfil a las estrategias de sobrevivencia que utiliza la víctima o que baje la responsabilidad del agresor”.

La profesional planteó que “esto pasó hace 50 años atrás, entonces era distinta la mirada que había de la sicología o de la misma siquiatría. Sesgo de todas maneras había en ese momento”.

La especialista profundizó sobre este tema e indicó que “a este siquiatra le llamó la atención esta conducta irracional que había y trató de ver y explicarse qué es lo que pasaba y en su explicación tiró esta idea, y ahí es lo que se llama el sesgo de confirmación, que es que mi propia mirada, la manera en que justifico mis propias hipótesis, utilizo modos y maneras de poder explicarlas, y de ahí sale este síndrome”.

Puga manifestó que “en esa época, en los 70, lo que eran los estudios respecto a los traumas sicológicos, sobre todo en violencia, no había suficiente información. En el fondo, en vez de ver esto como una respuesta adaptativa lo veían como si fueran características de las personas que eran así. En pocas palabras, poco conocimiento, información y una mirada muy antigua de la siquiatría de la época”.

Además, indicó que hubo “un sesgo que podríamos pensar que es de género, porque al hablar la palabra atracción sexual, explicar esto con que la mujer se enamorara del otro, es como que las mujeres tienden a ser patologizadas o miradas como aquellas que hacen lo que un hombre desea nada más de una atracción sexual que la hace “perder la cabeza”. No se ve esta mirada que existe con todas estas nuevas investigaciones que hay en violencia de género, violencia intrafamiliar o el circulo de la violencia, y relación víctima-victimario, que son estudios que parten a fines de los ochenta”.

Por último, indicó que “es un sesgo de género muy importante de aquella época y al profesional le faltó bastante objetividad, no fue capaz de ponerse en la mirada de los rehenes”.

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