La investigación oncológica acaba de ofrecer razones para la esperanza a quienes tienen un glioma de grado 2 con mutación en el gen IDH, un tumor cerebral maligno para el que se ha descubierto un tratamiento oral que consigue detener varios años su evolución.
Los resultados del ensayo en fase III INDIGO se presentaron en el marco del congreso anual de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO, por sus siglas en inglés), y han sido publicados también en la revista The New England Journal of Medicine.
En el estudio, liderado por Estados Unidos, participaron 331 pacientes en 10 países.
El Hospital 12 de Octubre de Madrid, que ha formado parte de la investigación, explica que estos gliomas de bajo grado con mutación del gen IDH representan en torno al 30% de los tumores cerebrales. Crecen de forma continua aunque lenta, se infiltran en el cerebro y finalmente se convierten en tumores agresivos con crecimiento acelerado y síntomas graves.
Sus afectados suelen ser jóvenes, entre los 25 y los 50 años, y su tratamiento actual pasa por una intervención quirúrgica para extirparlo y por radioterapia y quimioterapia para tenerlo bajo control, pero estas dos últimas tienen una toxicidad significativa.
Los enfermos participantes en el estudio solo habían sido operados.
INDIGO es el primer estudio de fase III que se ha podido efectuar en ese tipo de pacientes que no habían recibido ni radio ni quimio, según explica el doctor Juan Manuel Sepúlveda, coordinador de la Unidad de Neurooncología del Hospital 12 de Octubre y único autor español de ese ensayo. Su centro comenzó a reclutar a pacientes para el mismo en 2020.
Aunque la quimiorradiación puede prolongar la vida en buenas condiciones entre 5 y 20 años, al cabo del tiempo sus efectos secundarios se traducen en deterioro cognitivo y dificultades motoras y de concentración, entre otras.
El inhibidor vorasidenib, protagonista del ensayo, ha demostrado que consigue que se preserven y mejoren las capacidades cognitivas y funcionales y por ende la calidad de vida de los pacientes durante años, al detener la progresión del tumor y retrasar los tratamientos agresivos.
Esa pastilla prolongó una media de 27,7 meses la supervivencia libre de progresión de la enfermedad, frente a los 11,1 meses de quienes tomaron placebo, y pospuso más de 40 meses la necesidad de tratamiento agresivo, siendo en algunos casos indefinida.
ASCO precisa en su página web que los efectos secundarios negativos más comunes con el vorasidenib fueron niveles elevados de las enzimas transaminasas y diarrea. Salvo eso, el tratamiento resultó bien tolerado.
"La eventual aprobación de vorasidenib podría retrasar la necesidad de terapias más agresivas, marcando un cambio de paradigma en esta enfermedad. Realmente es un paso importante hacia una terapia contra el cáncer menos tóxica y más precisa para esos pacientes jóvenes", apunta el neuroncólogo del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York Ingo Mellinghoff, principal autor del estudio.
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