En un reino animal dominado por los colores vibrantes —desde los pavos reales hasta los peces arcoíris—, hay especies que destacan precisamente por lo contrario: la ausencia de color. Cebras, pandas, zorrillos y pingüinos comparten un patrón que a simple vista parece estético, pero que en realidad cumple funciones esenciales para su supervivencia.
Una de las hipótesis más estudiadas tiene que ver con la protección frente a insectos. Investigadores de la Universidad de Bristol descubrieron que las rayas blancas y negras de las cebras actúan como un escudo visual contra los tábanos, moscas que se alimentan de sangre.
“Las rayas confunden a las moscas, que tienen una visión de muy baja resolución. Desde lejos ven un objeto gris, pero al acercarse detectan el patrón y se desvían”, explicó Martin How, profesor asociado de Ecología Visual y autor del estudio.
Experimentos realizados con caballos cubiertos por mantas rayadas demostraron que las moscas evitaban posarse sobre ellas, lo que sugiere que el característico pelaje de las cebras cumple una función más práctica que decorativa.

Otro caso emblemático es el del panda gigante, cuyo pelaje blanco y negro funciona como camuflaje entre la nieve, las rocas y los troncos de los bosques chinos. Según el profesor Tim Caro, también de la Universidad de Bristol, esta coloración permite que el animal pase inadvertido a cierta distancia frente a depredadores como tigres o leopardos.
Una estrategia similar se observa en los pingüinos papúa, cuya espalda oscura se confunde con el fondo del océano, mientras que su vientre blanco se mezcla con el reflejo del cielo cuando son vistos desde abajo.
Señales, advertencias y misterios por resolver
Pero el blanco y negro también puede ser una advertencia. El zorrillo, por ejemplo, emplea sus contrastes como una advertencia para que otros se mantengan a distancia.
“Las rayas más marcadas suelen aparecer en zonas donde hay más depredadores, lo que indica que se trata de una señal de defensa”, señaló Caro. Este patrón de advertencia cumple un rol similar al de las ranas venenosas o las serpientes coral, cuyos colores brillantes alertan sobre su toxicidad.

En otros animales, el contraste cumple funciones sociales y comunicativas. Los lémures de cola anillada levantan sus colas rayadas mientras caminan en grupo, lo que podría ayudarles a mantener la cohesión. “Creemos que su función es señalar la posición dentro del grupo, como si dijeran: ‘Aquí estoy, síganme’”, explicó el investigador.
Por último, hay especies en las que la mezcla de tonos también cumple un papel térmico. En los pingüinos, por ejemplo, las plumas negras contienen melanina, un pigmento que las hace más resistentes y les permite absorber calor, mientras que el vientre blanco ayuda a reflejar la luz cuando el clima se vuelve más cálido.
Aunque la ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, los especialistas coinciden en que las razones detrás de este patrón son múltiples y complejas. La naturaleza, como suele hacerlo, parece combinar estética, adaptación y estrategia. Y, como ironizó una de las investigadoras, “en realidad, la ciencia nunca tiene una respuesta en blanco y negro”.
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